domingo, 1 de abril de 2012

Por primera vez desde 1990, Birmania celebra este domingo unas elecciones que pueden allanar su camino hacia la democracia. Aunque en juego solo están 45 escaños vacantes de los 664 con que cuenta el Parlamento, dichos comicios simbolizan la reciente apertura del régimen birmano porque a ellos concurre la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND).
Tras pasarse 15 de los últimos 23 años bajo arresto domiciliario, fue liberada en noviembre de 2010 pocos días después de las elecciones presidenciales convocadas por la Junta militar que venía dirigiendo el país con puño de hierro desde 1988. Boicoteada por la LND, dicha votación fue un “pucherazo” que sentó en un Gobierno civil a un puñado de generales que se han retirado del Ejército, como el presidente Thein Sein. Pero, desde entonces, Myanmar (nombre oficial de Birmania) ha sorprendido al mundo con una serie de reformas que incluyen la amnistía de presos políticos, la relajación de la represión policial y la censura de la Prensa y en internet, la firma de un alto el fuego con varias guerrillas étnicas y la apertura del diálogo político con Aung San Suu Kyi, icono de la lucha por la democracia.
Aborrecida por el anterior hombre fuerte del régimen, el zafio general Than Shwe, “La Dama” – como es popularmente conocida en Birmania – ha podido moverse libremente e incluso hacer campaña electoral en televisión o en Naypyidaw, la nueva capital-búnker del país levantada por el régimen en medio de la jungla. Aunque tales progresos resultaban impensables hace solo dos años, Aung San Suu Kyi ha denunciado “irregularidades que van más allá de lo aceptable en unos comicios democráticos” porque sus seguidores han sido intimidados o atacados y no se le ha permitido dar mítines en estadios.
“No creo que se pueda decir que estas elecciones van a ser justas y libres pero, aun así, hemos decidido continuar adelante porque eso es lo que quiere el pueblo”, declaró Suu Kyi en el jardín de su casa de Yangón (Rangún). Allá donde ha ido, “La Dama” ha sido recibida por decenas de miles de partidarios que han perdido el miedo a mostrar su apoyo por ella tras décadas de represión militar. En el aspecto negativo, Suu Kyi, de 66 años, se vio obligada a retirarse la semana pasada por agotamiento durante un mitin ante 100.000 personas en Mandalay, la segunda mayor ciudad del país.
Aunque el Ejército se reserva un cuarto del Parlamento, estas elecciones suponen un gran avance y un ensayo general para los comicios presidenciales previstos para 2015. Su resultado final, y sobre todo el asiento que pueda lograr Aung San Suu Kyi, indicará la voluntad del nuevo Gobierno birmano para continuar con las reformas que están cambiando al país. Además, para acabar con el aislamiento y las sanciones internacionales de las dos últimas décadas, el presidente Thein Sein ha permitido por primera vez la presencia de 23 observadores internacionales de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN).
Como su padre fue el general Aung San, el venerado héroe de la independencia del país, “La Dama” ha tendido la mano al “Tatmadaw” (Ejército) para profundizar en la transición democrática y la reconciliación del país, regido por los militares desde el golpe de Estado de Ne Win en 1962. Aunque las sangrientas protestas de 1988 derribaron su dictadura, una junta militar tomó el poder y prometió celebrar elecciones en 1990. Pero, en lugar de respetar la aplastante mayoría cosechada en las urnas por Aung San Suu Kyi, anuló los resultados y la recluyó bajo arresto domiciliario, separándola de sus hijos y su marido, el británico Michael Aris, fallecido de cáncer en 1999. En una entrevista concedida a ABC en diciembre de 2010, poco después de ser liberada, Aung San Suu Kyi se mostró convencida de que “veré la democracia en Birmania”. Hoy está un poco más cerca de su visión.

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