El Parlamento belga ha puesto este viernes fin a uno de los más enconados conflictos políticos del país al acordar la escisión de la circunscripción electoral y judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV, en la jerga belga) en dos, la esencialmente francófona Bruselas, por un lado, y la mayoritariamente neerlandófona, Halle-Vilvoorde (HV), por otro. El acuerdo, adoptado por 106 votos a 42, supone la sexta reforma institucional del Estado belga y garantiza ciertos derechos de la minoría francófona de HV en un país de drástica separación entre la Flandes neerlandófona y la Valonia y Bruselas, francófonas.
BHV ha sido una herida abierta durante medio siglo en Bélgica, al brindar a la minoría francófona de Halle-Vilvoorde —un espacio que rodea a la capital, pero asentado en Flandes y, por lo tanto, obligado a ser neerlandófono— el derecho a usar el francés en sus relaciones oficiales y a poder votar por candidatos de Bruselas, en contra del principio de que solo se puede votar a candidatos de su propia comunidad lingüística.
La incapacidad política de cortar ese nudo gordiano provocó la caída del Gobierno en 2010, lo que obligó a convocar unas elecciones que no desembocaron en un acuerdo para formar Gobierno hasta 500 días más tarde, y gracias a que ocho partidos (socialistas, conservadores, liberales y verdes neerlandófonos y francófonos) se pusieron de acuerdo en las grandes líneas para resolver el conflicto de BHV.
El asunto es un arcano de difícil comprensión para los propios belgas y hoy mismo el diario Le Soir llevaba en portada una viñeta en la que el rey hace una confidencia al lector: “Entre nosotros: nunca he entendido nada de eso”. A partir de ahora, y a cambio de cesiones en otros terrenos, los francófonos de HV tienen garantizado definitivamente el voto por listas de Bruselas (pese a vivir en Flandes) y el derecho a elegir la lengua en que deben comparecer ante los jueces.
Los partidos separatistas flamencos, que reclamaban visceralmente la partición de BHV, han votado ahora en contra por considerar que lo pactado con el apoyo de otros partidos de Flandes hace demasiadas concesiones a los francófonos. Para ellos, Flandes tiene que ser exclusivamente neerlandófona, sin mancha de francofonía.
Con la desaparición de esta piedra en el siempre complejo paisaje político belga, Gobierno y Parlamento deberán ahora volcarse en otras reformas institucionales y presupuestarias para culminar esta sexta reforma del Estado. Que no será la postrera. “Esta etapa no es la última reforma del Estado”, adelanta en Le Soir Wouter Beke, presidente de CD&V, el partido conservador flamenco, históricamente mayoritario en el norte del país, y ahora superado por la separatista Nueva Alianza Flamenca (N-VA), de Bart de Wever. “No es sino una más en el camino hacia el reforzamiento de la entidades federadas [Flandes, Valonia y Bruselas] en una Bélgica adelgazada”.
Los belgas tienen su próxima cita con las urnas en las municipales del 14 de octubre y volverán a elegir Parlamento, salvo sorpresas, en 2014.
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