El 25 de febrero de 2009, Teodoro Obiang Nguema Mangue salió de compras dejando atrás el hotel particular de 5.000 metros cuadrados y 101 habitaciones que posee en el número 42 de la avenue Foch, a tiro de piedra del Arco del Triunfo. Si ese día su excelencia llevaba zapatos azules, probablemente ordenó al chófer que sacara del garaje el Rolls Royce azul donde guardaba sus once bólidos de lujo. No el amarillo ni el verde ni el negro. Teodorín solo es ministro de Agricultura y Bosques del Gobierno que dirige su padre, el dictador guineano Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, pero a sus 42 años le gusta vestir como un dandy y combinar el color de los zapatos con el del coche.
El Patrón, apodo con el que le llaman en Malabo, se dirigió hacia el Grand Palais, donde Christie's celebraba la fastuosa subasta del legado artístico y de antigüedades que había pertenecido al modisto Yves Saint Laurent y a su colaborador Pierre Bergé. Aquella subasta pasó a la historia como la venta más cara nunca realizada de una colección privada. Teodorín fue uno de los grandes protagonistas. Tirando de la cuenta del Barclays Bank de París que está a nombre de su empresa maderera, la Somagui Forestal, empezó a pujar y no paró hasta que se gastó 18 millones de euros.
Aunque según afirma la ONG Global Witness, Teodorín cobra del Gobierno de su padre un sueldo anual que no llega a los 50.000 euros como ministro de Agricultura y Bosques, aquel día adquirió, entre otros caprichos, una escultura de bronce de un hermafrodita del siglo XVI firmada por Gianfrancesco Susini por 744.716 euros, y un toro bañado en oro del siglo XVIII y modelado por Hans Valentin Laminit por el que pagó 298.604 euros. Con los 17 millones restantes, el ministro de la excolonia española amuebló y decoró su mansión parisiense, tasada en 500 millones, y quizá también su suntuosa villa de Malibú, California (EE UU), cercana a la del actor Mel Gibson, que compró en 2006 por 22 millones. La más cara vendida ese año en EE UU y pagada en metálico.
De Malabo a Malibú, el patrimonio amasado por Teodorín durante años de impunidad, viajes en aviones privados y noches de vino y rosas está en peligro. Investigaciones judiciales en EE UU, Francia y España estrechan el círculo sobre el presidente Teodoro Obiang Nguema, de 69 años, y sobre su hijo preferido que tras la reciente aprobación de la nueva Constitución se postula como futuro vicepresidente e hipotético sucesor de uno de los países más ricos y con mayores desigualdades del planeta.
Mientras Teodorín acumula mansiones y Rolls Royce, el 70 % de los guineanos (700.000 habitantes) vive con un dólar al día pese a que la renta per cápita era de 34.843 dólares en 2010, por encima de Japón, Francia y España. Guinea es uno de los grandes productores de petróleo y gas, el tercero del África subsahariana tras Nigeria y Angola, pero la mayoría de su población carece de agua o electricidad. La esperanza de vida roza los 50 años.
Plácido Mico, de 48 años, el único miembro de la oposición en el Parlamento guineano, cree que la reforma de la Constitución tiene un solo objetivo: aupar a Teodorín hasta la presidencia.“La reforma constitucional está diseñada por el presidente para hacerse sustituir por su hijo que ya se considera el segundo hombre del país. Hace tres años le hizo vicepresidente del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial, el partido gubernamental, cuando hay muchos militantes con mucha más experiencia y preparación. Es una desgracia para el pueblo, pero todo apunta en esa dirección”, se lamenta.
El pasado día 23, tras varias jornadas de intenso trabajo, agentes de la Oficina Central para la Represión de la Delincuencia Financiera francesa se llevaron de la avenida Foch tres camiones con 200 metros cúbicos de objetos y bienes. Su valor supera los 40 millones. Había una estatua de Rodin, una cómoda Luis XIV de 1,6 millones de euros. Faltaba el cuadro de Degas Bailarinas antes del ejercicio, adquirido por Teodorín a cambio de 5,6 millones de euros.
El servicio del hijo predilecto de Obiang en París y Malibú incluía mecánicos, camareras, cuidadoras, capataces de finca, ayudantes ejecutivos, chefs, equipos de paisajistas y dos grupos de seguridad, uno formado por expolicías y otro por guardias de Guinea. Todos han contado que el príncipe era una criatura noctámbula. “Hacía la misma vida en Brasil, París o California: putas, alcohol y coca”, confesó un exempleado.
La incautación fue ordenada por los dos jueces que investigan desde 2010 la denuncia que interpusieron en 2008 las ONG anticorrupción Sherpa y Transparency Internacional contra tres jefes de Estado africanos por adquirir bienes obtenidos mediante el robo y la corrupción: el ecuatoguineano Obiang, el ya difunto líder gabonés Omar Bongo, y el congolés Denis Sassou-Nguesso.
El pasado jueves, Teodoro Obiang Nguema presentó en París una denuncia por difamación contra Transparency Internacional. EL PAÍS ha intentado obtener, sin éxito, la versión del abogado Olivier Pardo sobre las acusaciones contra su cliente Teodorín.
Tras la redada, un representante de Malabo pidió a Nicolás Sarkzoy desde Libreville, la capital de Gabón, que repare lo que define como una “violación de un edificio cubierto por inmunidad diplomática”, aduciendo que Teodorín Obiang es el delegado del país ante la UNESCO. Los abogados de la ONG replican que el supuesto delegado pisaba la casa tres veces al año, y que “el precipitado cambio de su estatuto de inmunidad solo revela la lógica de impunidad que reina en Guinea Ecuatorial”.
El botín ha sido depositado en los almacenes del Ministerio de Finanzas, en Bercy, y no parece probable que Guinea lo pueda recuperar. Más incierto es el destino de los bienes que los Obiang poseen en Estados Unidos. En noviembre pasado, la Justicia estadounidense inició el litigio para decomisar a Teodorín su residencia de Malibú, además de bienes, empresas y cuentas valorados en 50 millones. De momento no han podido ejecutar su denuncia.
Washington reclama a El Patrón uno de los dos guantes blancos con cristales usados por Michael Jackson en la gira de su disco Bad, y otros recuerdos que pertenecieron al cantante fallecido en 2009. Teodorín compró la manopla por 375.000 dólares y pagó 80.000 más por un par de calcetines. Gastó 1.8 millones en objetos del artista.
Su fortuna asciende a unos 700 millones de euros. ¿Cómo es posible que el ministro de Agricultura y Bosques de un país africano de 700.000 habitantes y del mismo tamaño que Galicia tenga un patrimonio semejante? ¿ Cómo se puede hacer ostentación de tanta riqueza cuando, según la ONU, el 20 % de los niños guineanos mueren antes de los cinco años?
Adolfo Fernández Marugán, secretario de la Asociación de Solidaridad con Guinea Ecuatorial (Sodegue) crítica con el Gobierno de Obiang, tiene una respuesta: “La extorsión fue la primera vía de enriquecimiento de Tedorín antes de que en 1994 apareciera el petróleo. Cobraba impuestos a los empresarios que querían establecerse en Guinea. Presume de ser empresario, de hacer negocios, pero es falso. Nadie le conoce una actividad seria. Es un tipo tonto, simple, caprichoso, hiperactivo e inestable”.
La oposición tiene una imagen todavía más grotesca. Plácido Mico, el único parlamentario de Convergencia para la Democracia Social (CPDS), va más lejos: “Es el dueño de los bosques de Guinea. Cuando era ministro de Obras Públicas, el departamento de bosques iba con él. Donde va él van los bosques. Tiene concesiones y empresas”.
La madera, la pesca y la agricultura eran las principales riquezas del país hasta que en 1994 la compañía norteamericana Exxon Mobil empezó a explotar enormes bolsas de petróleo y gas descubiertas en los años sesenta. “Hoy la madera representa menos del 2 % de sus ingresos aunque es la actividad de la que come el pueblo. Pagamos un 20% de lo que exportamos. Es un impuesto elevadísimo. Todo es legal, aunque no sabemos cómo se lo reparten”, dice un empresario español afincado en Malabo desde hace 20 años.
La opinión de los empresarios es también muy crítica. Un emprendedor europeo que hace negocios en Guinea Ecuatorial, y que pide el anonimato, explica así el enriquecimiento de El Patrón : “Su padre ha repartido los negocios clave entre sus hijos legítimos y sus sobrinitos. Teodorín tiene los bosques. Él decide quién exporta madera y quién no. Y lo decide exigiendo comisiones millonarias a las madereras extranjeras, de las que es un socio más desde que su padre aprobó una ley por la que todas las empresas que operan en el país tienen que tener un socio guineano”. Teodorín reclama a las madereras su impuesto revolucionario en metálico o en cheques al portador, según afirman los jueces franceses y estadounidenses que le investigan.
La justicia se fijó en la familia Obiang cuando fiscales norteamericanos asomaron sus narices por el siniestro banco Riggs de Nueva York y descubrieron la denominada Cuenta de Petróleo en la que Teodoro acumulaba 700 millones de petrodólares. “Desde entonces, el petróleo y la madera no se pagan en cuentas extranjeras, sino directamente en Guinea”, explica el empresario. El Senado de EE UU concluyó que el banco norteamericano incumplió las normas antiblanqueo y facilitó que Obiang y sus hijos crearan “empresas fantasma” y abrieran cuentas a su nombre. Desde esas cuentas del vidrioso Riggs se enviaron, entre 2000 y 2003, alrededor de 21 millones de euros a la cuenta española en el Banco de Santander en Las Palmas de la sociedad panameña Kalunga Company que administraban el profesor Vladimir Kokorev, de 57 años, y la periodista Julia Kokoreva, de 58. La Fiscalía Anticorrupción y la juez Ana Isabel de Vega, titular del juzgado de instrucción número 5 de Las Palmas, investigan si el matrimonio ruso, residente en esa ciudad, es la tapadera de los Obiang y rastrean un rosario de pisos y chalés a nombre de Teodoro Obiang, de su hijo Gabriel y de varios ministros guineanos. Gabriel, hijo del presidente y de una caboverdiana, fue ministro de Minas y Energía y es la antítesis de su hermanastro. No provoca escándalos, lleva una vida familiar y es respetado por las compañías extranjeras. “Pero no es el candidato a la sucesión”, apuntan Fernández Marugán y diplomáticos acreditados en Malabo.
A juzgar por algunos testimonios, a El Patrón le gusta tocar el dinero. Algunos de sus empleados en París y Malibú relataron a la policía que su jefe era un adicto y viajaba con maletines llenos de billetes de 100 dólares: “Venía de Malabo con dos maletas llenas, y cuando se le acababa, volaba a Guinea y traía más”.
Desde que en los años noventa se incorporó al Gobierno coincidiendo con el descubrimiento del petróleo de Guinea, Teodorín ha amasado una fortuna incalculable. Un informe de la ONG Global Witness recuerda que el ministro admitió en 2006 ante un tribunal surafricano que era “totalmente normal” que los dirigentes del Gobierno de Malabo obtuvieran una cuota de las ganancias de las empresas extranjeras. “La ley no prohibe a los miembros del Gobierno que hagan negocios. Otra cosa es si viene de las arcas públicas”, afirma un ex miembro del partido opositor CPDS.
Las madereras españolas, que fueron predominantes en Guinea, han desaparecido casi del mapa, aunque todavía quedan algunas pequeñas empresas que tienen que combatir la lentitud administrativa. “Es el peor defecto del país. Tenemos problemas hasta para conseguir visados de entrada, mientras que los norteamericanos no los necesitan”, explica el dueño de una compañía española en Malabo. Greenpeace y WRM (Movimiento Mundial por los bosques tropicales) afirman que el mercado está dominado por los asiáticos.
Para desgracia de los bosques y los trabajadores locales, la sociedad malaya Rimbunan Hijau controla desde 1999 casi todas las concesiones madereras guineanas. Ese año firmó un contrato exclusivo con Teodorín. Los ecologistas conocen a la multinacional asiática como una de las madereras más despiadadas del mundo “por su inobservancia de las normativas nacionales, las violaciones a los derechos humanos y su incumplimiento de las obligaciones contractuales”, según ha escrito el especialista Richard Wilcox.
El emprendedor español apunta que Teodorín ha diversificado sus negocios y ahora se dedica especialmente a la construcción. Desde que en junio de 2000, los ejecutivos de las grandes petroleras americanas empezaron a llamar a Guinea el Kuwait de África, el petróleo ha bombeado ingentes cantidades de dinero. La exportación empezó a fluir en 1995, y dos años después comenzó la extracción de gas. De repente, el país que había malvivido durante décadas del cacao y la madera se convirtió en El Dorado, con vuelos directos casi diarios de Malabo a Houston (Texas). En 2010, extrajo 273.900 barriles diarios, según un informe de BP que señala que Guinea tiene reservas para más de 17 años al ritmo actual. Getotal, sociedad participada por la francesa Total y el Estado guineano al 50%, refina el crudo que producen las americanas ExxonMobil, Marathon Oil, Amerada Hess y Vanco Energy.
Estas compañías han pagado miles de millones a los Obiang, que exportan más petróleo a EE UU que a ningún otro país. La incesante llegada de divisas ha transformado en pocos años la faz tanto de la capital, Malabo (antes Santa Isabel), situada en la isla de Bioko (antigua Fernando Poo), como de Bata, principal ciudad del continente. Un inmenso banco con la fachada bañada en oro es el símbolo del nuevo Estado. “Trayectos que antes hacíamos en seis horas ahora se hacen en una. Se han construido autopistas que atraviesan el país, hay infraestructuras nuevas. Nadie puede negar que el país mejora”, señala un exmiembro de la oposición hoy vinculado al Gobierno y que pide se omita su nombre.
Junto al progreso, el miedo. Casi nadie quiere facilitar su identidad aunque sea para hablar bien del país. La riqueza y el poder están en manos de la cleptocracia familiar, según el Departamento de Justicia de EE UU. Un círculo reducido, de unas 200 personas, según cuenta un diplomático, “en el que figuran el presidente, sus numerosos hijos y parientes y los protegidos de la etnia fang, que lidera el país desde la independencia de 1968”. También era fang Francisco Macías Nguema, tío del actual presidente, el sangriento sátrapa que se hacía llamar el Implacable Apóstol de la Libertad y que tras asesinar a 50.000 enemigos, reales o imaginarios, fue depuesto y fusilado por el golpe de su sobrino en 1979. Los fang dominan todos los puestos clave del país.
Todo queda en familia. El presidente posee un holding llamado Abayak y una cuota en todos los sectores económicos. Gabriel, el hermano menor de Teodorín, mejor preparado y respetado por las compañías extranjeras, trabaja en el petróleo. Sus primos llevan el Departamento del Tesoro y controlan el presupuesto, otro pariente dirige el gabinete militar…Esta plutocracia ha generado una dictadura similar a la anterior, quizá menos violenta pero más grotesca. Acusado por el Departamento de Estado de EEUU de torturar y silenciar mediante detenciones arbitrarias a la oposición, Freedom House ha calificado al régimen de Obiang como “uno de los peores entre los peores”, junto a Corea del Norte y Sudán.
El ejercicio omnímodo del poder solo ha generado leves problemas logísticos y de imagen a los Obiang. Desde que empezó a brotar oro negro en el Golfo de Guinea, llega tanto dinero que algunos ya no saben dónde meterlo. “Allí nadie tiene cuenta en el banco para que nadie sepa cuánto maneja”, afirma el empresario europeo. “Todo el mundo usa cash, y algunos jerifaltes tienen habitaciones llenas, pero otros no saben dónde guardarlo. Uno lo metió en el maletero del coche, pero un día el boy que le cuidaba la casa se llevó el coche a Camerún. Otro enterró el botín en el jardín y cuando lo fue a buscar se había podrido”.
Teodorín nunca ha tenido ese problema. Siempre fue de gustos caros y cartera fácil. Lleva 20 años dándose la gran vida y gastando como un jeque. Su pasaporte diplomático le permitía entrar de forma rutinaria en EE UU, Francia o España, un país este que visita muy poco, con millones de dólares en las maletas. Se diría que la suya es un alma despilfarradora vocacional.
Su periplo comenzó en 1991, cuando tenía 22 años, según Foreing Policy. Teodorín llegó desde Malabo a Malibu becado por la compañía tejana de exploraciones petroleras Walter International para estudiar inglés en la Universidad Pepperdine. Pero el joven estudiaba poco. Prefería salir de compras por Beverly Hills, y pronto dejó el campus por el hotel Beverly Wilshire y una casa alquilada en Malibú. La petrolera se hizo cargo de los gastos a cambio de una cuota en el negocio del crudo en Guinea y acabó pagando una factura de 50.000 dólares cinco meses después del desembarco.
En 2001, Tedorín se compró por 6,5 millones una casa en Bel Air, enfrente de la de la actriz Farrah Fawcett. Pero nunca se instaló en ella: adujo ante la inmobiliaria que era demasiado moderna para su gusto. Luego fundó el sello de música hip-hop TNO Entertainment, llamado así en honor de sus iniciales. El ministro de Agricultura y Bosques es un cantante frustrado. En sus primeros años en París intentó, sin éxito, grabar un disco y se presentaba como Teddy Bear, según confió a sus amigos el entonces director para Europa de la discográfica Emy. Entonces Tedorín vivía en el lujoso hotel Crillon, donde tenía alquilada una planta, y una televisión francesa le grabó orgulloso comprándose 30 trajes de golpe.
En 2004, adquirió dos fincas en Cape Town (Suráfrica) por 7 millones de dólares. Luego la casa de Malibú, un avión privado Gulstream V de 38 millones de euros, que es del mismo modelo que alquila la CIA para sus operaciones más sucias, y un rosario de propiedades que salieron a la luz tras el escándalo del banco Riggs.
El Patrón “usaba el jet privado como si fuera un taxi”, contó su exchófer Benito Giacalone a la justicia de EEUU. “Volaba solo o lo usaba para recoger pasajeros. Una vez lo mandó de Los Ángeles a Río de Janeiro para traer a su peluquero”. También se compró una furgoneta de 15 asientos, pero los hizo quitar para que cupiera en ella su colección de maletas Louis Vuitton. Con los años, Teodorín fue consolidando su vida de playboy y amasó una flota de tres docenas de coches. En 2009, las aduanas francesas registraron la llegada de una carga de 26 coches y seis motos valorada en 12 millones que llegó a Francia desde EE UU y acabó en Guinea.
Teodorín ha desplegado similar actividad en su vida amorosa. Están confirmadas sus relaciones con la actriz Tamala Jones y con Lindsey Evans, que fue Miss Louisiana Teen USA 2008 y chica en Playboy. Pero fue la rapera y actriz Eve quien le robó el corazón. Él la nombró presidenta y jefa de inversiones de una de sus empresas pantalla, la Sweet Pink, registrada como un sello de hip hop aunque solo publicó un disco.
La afición por el lujo le viene de familia. Visto en medio mundo como una parodia del tirano con petróleo, el patriarca de los Obiang mantiene su palacio presidencial de Malabo, una casa de verano en Cape Town, Sudáfrica, dos mansiones en Potomac (Maryland) y seis aviones privados. La revista Forbes le colocó entre los más ricos con una fortuna de 600 millones de dólares.
Con su pelo corto, alisado y peinado hacia atrás, y sus gafas de culo de botella, el príncipe Teodorín no se caracteriza por un aspecto principesco. Pero solo viste Gucci, Versace, Dolce & Gabbana, y cuando llega a sus mansiones, la servidumbre le espera alineada en la puerta. Sus siervos en Malibú le demandaron y afirmaron que les engañaba con los sueldos y les hacía pagar los gastos de la casa, desde el papel higiénico hasta la gasolina, mientras por la mansión desfilaban camellos, putas, conejitos de Playboy e incluso un tigre. “Nunca le vi hacer nada parecido a trabajar”, afirma la declaración policial de Dragan Deletic, otro de sus exchóferes: “Sus días consistían enteramente en dormir, comprar y hacer fiestas”. Exaltos cargos de la fiscalía se preguntan cómo todavía se le permite la entrada en EE UU, cuya Embajada en Malabo se reabrió en 2003 tras años de desencuentro. Casi al mismo tiempo el crudo empezó a bombear.
“El petróleo fue para Guinea lo mismo que el maná que comieron los judíos en el desierto”, dijo una vez Obiang. Como Mobuto en Zaire o Abacha el Nigeria, esta familia ha convertido a su país en lo que el profesor Geoffrey Wood ha denominado “un Estado criminal”. Han contratado a un equipo de relaciones públicas en Estados Unidos al que pagan cifras millonarias por lavar su imagen, pero la oposición no se rinde en difundir sus abusos. El más reciente, la detención del médico Wenceslao Mansogo, concejal del CPDS en el Ayuntamiento de Bata encarcelado por una supuesta negligencia médica y cuya clínica ha sido clausurada. “Es todo un montaje. Se le ha tratado como a un delincuente. Es otro ejemplo de la persecución que sufrimos”, asegura el parlamentario opositor Plácido Mico.
Pese al cerco judicial, Obiang y Constancia Mague, su mujer, se hicieron fotos con el matrimonio Obama en 2009, y los negocios e intercambios bilaterales no dejan de crecer. Tener bula en Estados Unidos es el gran legado político que Teodoro padre y el oro negro dejarán a a Teodorín, su hijo preferido. Su madre es su gran valedora en su aspiración de gobernar el país. “La madre tiene muchísimo dinero, sus propios negocios y un inmenso poder. Es la principal defensora de su candidatura. El cargo de primer ministro que establece la nueva Constitución es administrativo y el vicepresidente, cargo que posiblemente ocupe Tedorín, sustituirá al presidente cuando se encuentre enfermo, Hay un mecanismo mediante el cual podría sucederle sin elección”, augura Fernández Marugán, el secretario de Asodegue.
La presión judicial ha frenado de momento a El Patrón. Viaja menos y pasa sus días en su mansión de Bata. No es Malibú, ni los Campos Elíseos, pero el paisaje es de una belleza impresionante, y las playas no tienen nada que envidiar a las de California. La casa está al borde del mar y tiene una piscina adornada con estatuas de mármol italianas. Guinea es un paraíso para el príncipe de Malabo. No hay jueces ni ONG de las que preocuparse. No hay periódicos, radios o televisiones libres. En 2009, el Ministerio de Información despidió a cuatro periodistas por falta de entusiasmo al glosar los méritos del Gobierno.
Durante las últimas semanas Teodorín ha recorrido el país de punta a punta regalando tejados de cinc. Las casas están cubiertas de hojas de palmera y él se ha encargado de entregarlos uno a uno a la cabeza de una larga comitiva de camiones. Es su última campaña de propaganda anunciada a bombo y platillo por la radio, la televisión y vallas publicitarias. “La gente le quiere porque organiza conciertos en Nochevieja, da trabajo, regala dinero o hace favores a sus adeptos”, asegura un empresario guineano. Dadas las ingentes reservas de gas y petróleo, la familia Obiang tendrá tiempo y dinero para mantenerse en el poder durante años. Si Teodorín ha sido un disparate como príncipe de Malibú y París, da miedo imaginarse qué podrá hacer cuando se convierta en el rey de Guinea Ecuatorial.
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